No sé muy bien como empezó todo, pero lo que recuerdo de ese momento es que unos cuantos compañeros y yo estábamos en el vestuario después de hacer deporte y Vicente nos retó a ver quien era capaz de, pegándole un puñetazo en el vientre, hacer que cayera su zapatilla que previamente se iba colocar en la cabeza.
Tampoco tengo muy claro que me llevó a presentarme voluntario. Lo que recuerdo de ese instante son muchas dudas…, es un profesor y no debería poder pegarle, o puede ser otra de sus «bromas» y antes de pegarle me parará, o llevará algo escondido en vientre y me reventaré la mano,…
La cosa es que si conseguía hacer caer la zapatilla había un premio que ahora no recuerdo cual era, pero si no caía tenía que meter mi boca y mi nariz dentro y aguantar un minuto.
Su ZAPATILLA era una Ellese muy vieja, muy sucia y muy sudada.
En mi defensa diré que las dudas no me permitieron pegar con todas mis fuerzas, aunque tampoco sé si eso me hubiera librado de lo que vino luego.
Recuerdo ver como la Ellese se tambaleaba pero no caía, recuerdo coger aire, recuerdo que ese aire se terminó mientras yo seguía dentro de su zapatilla y luego vino tener que volver a coger aire sin salir de ahí. Fundido a negro…. 😉
Eran los años ’80 para quien no haya reparado en ello y esto en nuestro mundo era normal.
Después de aquello el vínculo se hizo más fuerte.
P.d.: Mención especial a Raúl López que sí consiguió hacer caer la zapatilla